Entre la noche y el día
era un sueño, era la verdad,
era lo divino que aguarda
en los dones de la gracia.
Era una, era dos, tal vez más,
era la suma de las tentaciones
el mismo sabor de la sangre
que bebo entre sus cálidos sudores.
Era lo impuro y lo virginal,
era cielo, tierra, averno,
la fusión de los elementos
en los corazones entrelazados
palpitando como uno.
Era piel de albero,
amén y vanidad
distintos nombres
para un mismo fin
de vicio capital.