Comenzaré este poema
en la inclinación depurada de tu cuello
y en su pendiente deslizaré mis labios,
hasta la perfecta curvatura de tu hombro.
Viajaré al ras por el sabor anhelado de tu cuerpo
encontrando con mi boca el relieve turgente de tus pechos,
que serán como el licor voluptuoso
que incita el placer de los sentidos.
Así acariciaré formas, sintiendo tu agitación,
palpando la espesura cálida de tu lluvia
sin dejar que mis dedos entrelazados con tu cabello
también jueguen a ser inquietos
al buscar en ti paisajes internos.
Y que no sean las palabras las que te digan,
sino el roce de mi boca y el tacto de mis manos
las que te expresen todo lo que callo al besarte.
Para que nos tiente sin retorno la lascivia,
para terminar fundiendo en ti cada beso
bebiendo el néctar de tu humedad y saber,
que sabes al más dulce y puro placer.