Antes de llamar a la puerta miré la tarjeta de invitación, no llevaba remitente, solo señalaba el lugar y la fecha. Entonces toqué.
La puerta se abrió, extrañamente un helado viento corría desde dentro hacia afuera, me asomé y entré esperando encontrar a alguien más. Una vez dentro escudriñé el lugar con la mirada, lleno de antigüedades, cuadros de retratos, candelabros y esa escalera que invitaba a subir. Algo parecía llamarme, no sé el qué?.
Subí cuidadosamente cada peldaño, tanto silencio solo hacía que mis pasos resonaran por todo el castillo, así llegué a una doble puerta, que no pude resistir a abrir.
Al hacerlo, ante mi sorpresa, me encontré con el resto de invitados charlando amenamente, sin embargo ningún rostro me era familiar, aunque ellos me saludaron amistosamente. Una mujer joven y atractiva se acercó y me ofreció una copa de vino, acepté y decidí dejar las dudas para unirme al aparente festejo.
Todos parecían ser viejos conocidos entre sí, las risas abundaban,
comencé a tomarles fotos a los invitados, hasta que un grito llenó la estancia e interrumpió el bullicio, todos fuimos tras el sonido encontrándonos con un cuerpo de un hombre tirado en la cocina, a pesar de su pálido semblante parecía tener pulso todavía.
De pronto las luces se apagaron, el murmullo cesó a mi alrededor, encendí la linterna que oportunamente tenía en mi bolsillo, alumbré con ella y comprobé que volvía a estar solo y ahora además a oscuras. El cuerpo de aquel hombre ya no estaba.
A pesar del temor que ya se apoderaba de mí, me propuse recorrer el castillo, tratando tal vez de encontrar al desconocido anfitrión. Desde una habitación en ese largo pasillo provenían sonidos extraños, sin embargo la puerta estaba cerrada con llave. Traté de forzarla sin lograr que cediera. Pegué mi oído a la puerta. Qué era aquello? una aguda queja lastimera que poco a poco se fue apagando. Preferí no indagar más y seguí caminando.
La última puerta parecía tener una energía particular, el haz de luz roja potente que emanaba desde ella hacía imposible mantener la mirada. Esta sí parecía estar abierta y ya estaba decidido a entrar, pero antes de girar el pomo recibí un fuerte golpe en la cabeza que me dejó inconsciente.
Desperté por la mañana en una cama dentro de otra habitación, aún sentía el dolor en mi nuca. Incorporándome miré al costado y sobre el velador había una botella de aquel vino y la cámara de fotos, los invitados deberían estar retratados allí, pensé, y comencé a mirarlas, siendo grande mi extrañeza al notar que nadie aparecía en ellas, solo las telas blancas cubriendo los muebles, telarañas, polvo. El castillo carecía del brillo que había presenciado al llegar.
Todavía incrédulo cogí la maleta y decidí dejar el lugar lo antes posible.
Relato que forma parte de la propuesta: "Un evento inesperado" para el blog "Paraíso de Letras" de Ginebra Blonde.