Tu cuerpo presionado por el mío contra la pared
no deja espacio para ni un centímetro
de distancia entre ambos,
afuera llueve y dentro de la habitación
el calor que emana de ambos empaña los vidrios.
Así construyo la escena en que te quiero ver,
el momento en que te quiero tener,
con mis ojos clavados en los tuyos en el segundo antes
de ir en búsqueda de tu infinito sendero de emociones.
Tomo tus besos como tú los míos,
besos húmedos que no saben de ayer, hoy o mañana,
que sólo perduran,
como te susurré una de mis noches al oído.
Quiero que me lleves a tu paraíso de sueños
más allá de cualquier límite en tu piel ardiente,
lleva mi lengua a deslizarse libre por ella hasta encenderte,
mientras respiro la sensualidad que de ti se desprende,
que cuando parezca no haber ya lugar alguno en tus pechos
en que mi boca no se haya expresado con deseo
la humedad se hará evidente.
Más al tacto de mi mano entre tus muslos, más al jugueteo de mis dedos invadiendo tu interior,
buscando hacerte sentir,
preparando el siguiente encuentro,
te deseo en este momento y en el siguiente.
Me tienes, te tengo
en eternas caricias que decoran el momento,
en tanto tu boca expresa la excitación en cada exhalación
la mía hace florecer sensaciones en tu desnudez
lamiendo y succionando cada gota que brota,
esperando que el tiempo se suspenda
al probar de ti el dulzor,
tu inclinación me lleva tan dentro que siento
ese infinito universo tuyo.
Con firmeza y a la vez delicadeza voy hacia tu tibieza interior,
mis caderas ondulan con mi vientre pegado al tuyo
vas diluyendo la rigidez de mi cuerpo en el afluente de tu deseo
y tu vibración me declara abiertamente tu placer.
Ardiendo juntos, más allá de palabras que son caricias
no hace falta más que sentirnos
mientras por dentro aún somos fuego,
afuera llueve
y al final soy yo quien te pide más.