Anidado en la sensibilidad que trasunta tu ser,
descuidadamente al amparo de tu refugio
índigo cielo iluminado por regalarte
surcado por la inspiración de palabras y gestos.
Mezclando inocencia y desenfreno,
dulzura y pasión,
esta noche te escribo
intentando el roce perfecto.
Porque las palabras sólo son el pretexto
para llegar a la caricia
y las caricias el preámbulo
para llegar a provocarte.
Susurrante en la cercanía de tu oído
hasta que tu cuerpo me hable
de las sensaciones que te recorren,
el tacto de mis versos serán mi guía por tu piel.
Versos que acarician
como los dedos que los escriben para ti,
que al final no quede duda en ti de la dulzura
si de tu cielo hoy llueven gotas de deseo.