De la cercanía que deja huella
se desprende el brillo de tu mirada
y del roce más leve surge
la humedad en ti como reflejo,
allí, en la calidez
de tu más bien guardado secreto
el ardor no sabe de espera
ni se resiste al momento.
Porque prohibido es el encuentro
para los amantes furtivos
pero inevitable es la tentación
que ciegamente nos hace perdernos
cuando surge la primera caricia que despierta
el gemido aún no escuchado
o el primer beso apasionado que enciende
la vibración de tu cuerpo no explorado.
Dócil y rebelde es la flor que juega
y quiere desplegar libremente sus pétalos,
mientras la sonrisa acalla palabras
y se manifiesta como permanente respuesta
a un sentir que vierte la lluvia en la tormenta que no cesade ese llamado incipiente que confunde en el interior de tu mente.
Tu cuerpo impaciente pide,
tu cuerpo busca con ganas inquietas,
se atreve a perderse cruzando realidades
que calman tu natural instinto,
es que no hay azar
cuando en el deseo las pieles se queman
tan sólo el querer despertar viviendo aquello que secretamente anhelas.