y el de ella como luna compañera,
momento de sensaciones
mezcladas y entrelazadas en cuerpos reflejados
como en un espejo frente a frente.
Delirio expresado de extremo a extremo
sustentado por un puente
por donde transitan nuevos placeres,
placeres concedidos por un cielo de dos soles
que abren y se dejan ir en la mente inocente.
Su temblor, el tuyo,
el mío penetrante y en la boca también derretido
perfecta sincronía, conexión natural
contraste de pieles montadas en el cuerpo del deseo
que se vuelven orgasmos desbordados al unísono.
Fiesta de goces combinados
que terminan en una ecuación de lenguas
que ávidas se cruzan y no se tocan
recorriendo la total extensión del camino.
Hasta que surge el eco de un mismo nombre repetido,
cuando somos más que dos
rozando el descontrol, cruzando inexorablemente
la línea donde espera lo prohibido.