Te ato
anudando tus latidos a los míos,
penetrando tu alma
para verme en tus ojos
y abriendo nuevos cielos para tus alas.
No hay placer que sepa
de la hermosura que invoca tu desnudez
cuando te perpetuas en mi retina
y me vuelvo tu misma piel.
Te quiero
indefensa ante mis caricias
sin excusas que te distraigan
y ajena a las demás miradas.
Sostenida por el tacto suave de mis manos
y tan segura entre mis brazos
que no haya otoño que nuble