Una palabra.

De un leve susurro
le brotaba el ardor en el vientre,
era como la ira de su goce que irremediablemente
culminaba hecha mar desde sus entrañas.

Una palabra...

una simple y bendita palabra
desencadenaba su tormenta,
y mis labios eran los portadores de ella.

 

Tu Cuerpo.

Tu cuerpo,

pródiga figura que encarna todos los deseos,

candorosamente embriaga y se vuelve tentación

ante mis ojos por ti llenos.
Templo donde reverbera tu corazón,

santuario de tu carne que exhorta mi placer

fecundando la voracidad en mi.  
La medida exacta para consumir

hasta el último segundo arrebatado al tiempo,

buscando retenerte en la mirada sin renunciar
a esa femenina criatura

que ejerce el magnetismo con sus proporciones,
un paraíso para perderse sin regreso.

Tu cuerpo.

Cristina.

Como la noche más lúcida

Renace entre sombras,

Imán que como piel se adhiere a la poesía

Suspira internamente,

Transita como el viento y se vuelve

Intangible perfume que flota

Nadando entre las miradas y siempre

Ataviada elegantemente como blanca rosa.