Observa con el rostro maquillado por la sorpresa
y la atención latente en los ojos,
inquietos y coloridos.
El asombro reza desde sus labios
y en su expresión el alma sonríe con lujuria,
y en su expresión el alma sonríe con lujuria,
mientras se recrea con la imponente figura ante ella.
Suspende el momento tan quieto
en sus pupilas que reflejan las mías
cuando la equivalencia se vuelve cierta
y ejerce esa fascinación
propia de un ángel que irradia
y entonces,
el goce siempre fugaz se perpetúa
y cae como sentencia el líquido vital
que en su cáliz alberga.