Ella es
la flor que perdura más allá de la primavera,
los dedos que aletean tocando la puerta
que lleva hacia el éxtasis.
Es la encarnación de un lúcido sueño,
la exquisita fragancia
que se respira en el jardín de las delicias.
Es la arcilla maleable entre manos que cuidan,
la entrega sin reservas a la voluntad que guía.
Ella es
la muñeca que encanta
con labios cual fruto maduro,
el hipnotismo que convierte el dolor en placer.
Es el roce que iguala la primera caricia,
la poesía que habita en un gesto,
la adoración que descansa sobre las rodillas
y las estrellas no saben brillar sin ella.