Revela en su naturaleza
la ingenuidad que seduce y alberga dentro de ella,
niña ninfa decorada sensualmente bella
que sin misterios se entrega
desde la fragilidad hasta la fortaleza,
desde la mujer hasta la princesa,
con el esplendor de sus pecas como estrellas.
La memoria que ya antes la recreó
en su intima fantasía tras los párpados,
una parte ínfima de todo su universo
siempre la intuición es buen augurio que juega a favor.
Tan etérea bajo ese traslúcido vestido,
que encarna lo que ciega, y todo lo que se anhela.
Puedo describir a ojos cerrados
cada detalle de la niña, mujer y hembra.
Luz, fuego, pecado, alma...
y mía.