Tengo el don
de tocarte más allá de lo cierto
y llenar tu mente de ideas,
de cruzar tus valles de doncella
donde te robo y te dejas robar.
Tengo el don
de permanecer en ti aún en la ausencia,
de ser costumbre
adquirida como marca
y licor embriagador en el cáliz de tu alma.
Tengo el don,
hipnotismo de un idioma compartido,
de un tú y yo perpetuo
cosido en las ataduras que adornan las muñecas,
ambos eternos en el mutuo alimento
porque todo comienza entre palabras
y todo termina siendo realidad
cuando te revelas como propiedad y a voluntad.