Despojada de toda maldad
sonríe haciendo fluir la dicha
y enciende la creencia
con llama fulgurante en mi espíritu.
Quién es digno de honrar su angelicalidad,
si por la gracia de su boca soy pecador
y la tomo en mis manos
para coronarla con saber y gloria.
Soy en ella y ella en mí.