Vibra, se altera
y se hace lúbrica expresión cuando la poseo,
se destila y se condensa sin resistencia
ante mi incisiva lengua
que trepa por sus cimas
como aguacero que arrasa al descubierto.
En su viva desnudez encuentro
un pedazo de cielo entre sus pechos
y en ellos soy trueno embravecido
que hace temblar a su boca teñida de furia,
desintegrándola cual cristal entre gemidos
para acabar respirándola allí
donde húmedamente tantas veces me atesora.