Me oculto a su mirada
susurrándole al oído mi mandamiento,
mansamente asiente
e insinuándose me invita a verla vivir.
Le intuyo el pensamiento,
conozco el siguiente movimiento,
observándola trazo un paralelo
entre curvaturas,
su entrepierna y a la vez entre sus piernas.
Respiran sus labios entreabiertos
por la espesura mojada, empapada,
se mueve lenta e impúdicamente etérea
y no pierde en ningún momento
su esencia íntima suave al tacto.
Lo hace sólo para mí
y a cielo abierto se derrama
con la excitación crepitando
al compás del agasajo de sus dedos.