Delicada e inquieta
como alas de mariposa,
con el pecho lleno
de una parvada de latidos
me canta serenatas por las mañanas
propiciando esa emoción que moja.
Abrigado por la lucidez de su niñez
entre su adoración encuentro mi suerte
y con su risa meciendo mi alma
le dibujo sobre su cabeza
una corona hecha de besos.