Perla que guardas inmutable
en tu cofre de tesoros
llenando con precisión
la concavidad que rompe.
Ni oro, ni plata,
de llama candente que quema
la sangre que tiñe sin heridas
como mácula de tus entrañas
que en ciclo fértil libera vida,
y en tu hondura
engendra mi existencia.
El lugar justo
donde mi carne hace raíz
expandiéndose bajo tu superficie,
donde nadie más que yo
penetro hasta lo profundo
convirtiendo tu dolor en gozo.