Al adagio de tu nombre
pronunciado en el rumor de la noche,
a la tregua de las caricias
rendidas ante el remanso de las miradas.
Al laberinto de besos que nos pierde
sin posible salida,
al aroma que destila tu cercanía
y embriaga a la desnudez compartida.
A la certeza de tenerte
en cada nuevo despertar,
al momento inesperado
que asalta a la propia sorpresa,
a mi preciada colección
de cada cosa única en ti hallada.