Era una osadía el acariciarnos
venciendo las barreras del tiempo
y las cumbres de la distancia,
robarnos mutuamente el juicio
cruzando tan solo palabras,
o creando un puente
donde se equilibraban hábilmente
nuestras iluminadas miradas,
para ser el vértice encumbrado
del amor que nos vistió con arrobo.
del amor que nos vistió con arrobo.