Mírame volar,
rasante en medio de penumbras
hasta precipitarme
sobre tu noche desvestida
y que me hagas el secreto impuro
que te roza en silencio.
Ocúltame en claroscuros
lejos del amanecer,
al abrigo del primer latido
entre tus piernas
que no será sangre
lo que de ti beba,
sino la ambrosía derramada
en la espesura de tus sábanas.