Elevada la carne como una enseña
con la savia que ensancha las venas
en la resistencia de no ceder
ante el furor incisivo que engulle.
La mirada cenital
sobre la sonrisa que brota
en las pupilas dilatadas,
con la bocanada inclemente
que liba hasta la agonía,
y entre espasmos hace surgir
la incontenible vertiente
que consume su hambre.