Resbalan las cuentas
entre la sutileza de los dedos
y un rezo implora desde el susurro
liberado en alas de la adoración.
Recorre su envés
alentando el ruego corpóreo,
buscando la rendición
en nombre de su Señor.
La ondulación precede al envite,
se abandona en la impiedad
y resiste hasta saber
que el dolor es tan solo
otra forma de placer.