Te quiero
rendida a la pleitesía,
vigorosa en idolatría,
doliente hasta la placidez
derramándote sobre mieles.
Desinhibida entre caricias
súbitamente tempestuosas,
ligeramente alzada
en secretos placeres,
encontrando en ellos
el motivo de lo divino.
Que todo lo contengas
cuando te lo pida,
que todo lo desbordes
cuando lo quiera,
toda tu existencia
hasta la extenuación
y con pecado concebido