Le he enseñado a sentir
el tacto ascendente
de la caricia más impúdica,
el sonido inquietante
de la lascivia hecha palabra.
Le he enseñado a descubrir
el dulce sabor
de desafiar lo indebido con osadía,
a explorar sus desiertos
y regarlos
con el efluvio tibio de su despertar.
Le he enseñado a sentir
su propio cielo en llamas,
sin perder la ternura que lleva