Con el arte de sus manos
edifica y petrifica
el imperio corpóreo de mi exaltación.
La alquimia de sus labios
estimula el relente que despierta
íntimo y cristalino.
Con insolencia esculpe
lo que su lengua va cincelando
tenazmente sobre mis arterias.
Trepa como hiedra la envergadura
buscando su recompensa,
sin concederme tregua
posterga mi reposo y se embriaga
hasta la última gota
nacida ante la gracia de su boca,
elixir dulce que le sabe a pura vida.