Es la Fiera la que ruge a la presa
sigiloso en su espalda
acechándola
la subyuga
ante el impulso irrefrenable
por poseerla hasta saciarse.
Es la fiera la que atrapa la excitación
y se hace dueño del goce
de los fluidos que emanan densos
con el hervor del arrebato
que funde su cuerpo
engarzado al de ella,
que muerde el beso
y sucumbe al baile de cada gemido
invocando los espasmos y la pertenencia.
Es la Fiera
la que agita, la que condensa
doblegando con su fuerza
hasta erguirse soberano
como Amo, Dueño y Señor
sobre el lecho de hierba y ante ella.