Muerde su labio con insistencia,
muestra refleja del fuego incipiente
que en sus entrañas se gesta.
Me pide la someta a mi entero placer,
me pide le marque la piel
hasta alcanzar
el desgarro de un grito.
Suplica el látigo de mi fiereza,
implora sin clemencia mi fuerza
todo el vendaval que la sacude
rompiendo su centro
abriéndose paso en su descontrol
hasta temblar vertida en emociones.
Entonces comprende
el poder que a mí la sujeta.