Le pedí que lo hiciera,
que ante el espejo
su mirada también la mía fuera,
para con su mismo tacto
enseñarle la poesía
que convive en ella.
enseñarle la poesía
que convive en ella.
Y se vio ensalzada
como helenística deidad
brillando desde el azur de su piel,
y en su propio e indómito reflejo
sus encantos con aroma a primavera