En la brasa de sus labios
encarcela y derrite mi carne,
con solo llegar a rozarme
se alteran las formas
de todas mis ganas.
Su boca comulga con mi solidez
en exacta medida,
en la dilatación de mis venas
y el afluente dulce regado
que la unge con blanco manto.
Liba y traga la vida
desde mi propio aliento
y agradecida besa mi corona
venerándome y regocijándome
en las caricias tersas de sus mejillas.