Me invoca
con hambre y atrevimiento
sobre el sudario ígneo de su lecho,
donde alienta mi arrebato,
mientras a viva voz descargo
el látigo de mi verbo.
Constante es el movimiento
concéntrico y naciendo
desde la euforia visceral,
horadando la angostura
que ante el puntal se abre
gentil en la mansedumbre.
Así va extinguiendo mi fuego en el suyo
a golpes de trueno que fulminan el silencio,
así fomenta al rojo vivo mi celo
y vuelve bondadosa su desmedida gula,
como nunca sintió antes,
como nunca la tuve antes.