Como cientos de noches soñadas
acaricio el novilunio de tu piel
donde hoy encuentro mi morada
tras volar desiertos que alimentaron la sed.
Somos aves nocturnas triunfantes
al tocarnos eternamente,
despreciando al menguante
y vencido amanecer.
Creciente es la fe a través de la tormenta
que nos enfrenta en carne y deseo,
en vesania y razón
en pos de la pasión que nos devora.
Llena te encumbras hasta el cenit
alcanzando el plenilunio junto a mí
cuando beso a beso recorro