Puedo decir su nombre
y al pronunciarlo
saber que dolor es un veneno
que consumo a sorbo lento
probando de su suavidad y fragilidad.
Porque me niego a ver la lluvia
resbalando entre las estrellas
que han dejado huellas
sobre la palidez de su rostro
sin intentar ser el cometa
que surca sus campos infinitos
rozándole las alas como un suspiro.
Es que la luz de su encanto
ha devorado las noches más profundas
provocando el amanecer
al escuchar nuestros corazones