Si la pienso,
la veo
con absoluta frescura
perturbándome con sus demonios
desplegándolos ante mí,
cautivándome
por tan solo admirarla.
Sabe que así
me lleva a rozar lo incorrecto
al perfilar
la sinuosa prominencia de su boca
y la profundidad
del abismal cristal de sus ojos,
queriendo en ellos
perderme sin retorno.
Arden las pupilas
propagando la dilatación
devorando facciones y formas,
consumidas en la euforia sin control
de ahogar mi respiración
diluida en el manso mar
que destilan sus entrañas.
Si la veo,
la quiero.