Con su favor concedido
me deslizo a través de ella,
me abre paso hacia el éxtasis,
me lleva en una etérea cabalgata
hasta el extremo de sus intenciones
y a la vez
puede hacerme volar.
Porque vista desde abajo
se torna una santa adoración
en todo su halo natural.
Sobre el altar que en mí edifica
se mece devorando mi crecido orgullo
va consumiendo dolorosamente mi codicia
y me profesa bendiciones
entre el reguero de sus lágrimas cristalinas.
Más cuando al final
se deja caer complacida en mi regazo,
abrazada a la serenidad