Llegaré como la espesura de la niebla,
como la oscuridad de la noche
cual Caballero de negra estampa.
Me reconocerás,
más no seré tuyo aunque llegues a ser mía
pues mi alma ya no me pertenece
la entregué en un pacto de amor
y ahora lleva su nombre
por la eternidad de los tiempos.
Y el mío hecho latido
es marca indeleble que a mí le ata,
posesión perpetua que ante mí
sin vacilación como Mía se declara.
Porque allí,
donde la herida sangra
también fluye la fortaleza,
hasta el último suspiro
que exhale este amor inmortal.