Pronuncia
aquello que quiero oír
con la verdad sangrando en los labios,
repite los juramentos
que hiciste ante la ley del amor,
porque no ha de mezclar tu mente
los nombres de cada emoción.
Olvida la vana culpa que separa
la línea entre el bien y el mal
hasta caer sin miedo
en la majestuosa belleza de sentir
y luego escalar hasta lo más alto
de nuestro sacramento,
porque no ha de renegar tu carne