Doy vida
a dedicadas caricias
sembradas como versos
por el sinuoso y lívido campo
fértil de su cuerpo,
donde le brotan los pechos
como rebosantes margaritas
libertinas ante el cortejo,
donde la boca se agita tempestuosa
por tener el capricho
servido para propio regocijo,
allí, donde toda insolencia
me es permitida por derecho.