Desconoce
que en su creciente fulgor
despojado de mezquindades.
su imagen trepa como hiedra
e inflama la mirada.
Ignora que desde lejos
se vuelve delirio
de inmaculado sortilegio
aliado del crédulo deseo.
No sabe, no imagina
que en el evangelio de sus dones
se fecundan las razones
para desnudar debilidades
al borde de lo indecible.
Así es como toma forma
en aras de la fértil premonición
que ejerce la maravilla
adjudicada solo a la belleza.