En sus ojos de abisal hondura
se prolonga el candil
de su constante sonrisa,
que con picardía convoca
al gesto cercano.
De su canto vibrando
como céfiro en el aire
resuenan los poemas
resuenan los poemas
que cuentan historias
a través de filigranas ondulantes.
Así llega y se presenta
con la magnitud que no se doblega,
pero que suavemente acoge
como quien vence la noche
con solaz embrujo.