Señor, ten piedad
musita antes de silenciar su voz,
vencida ante un único deseo
que en suprema medida
reina y resuena
cual letanía por su interior.
Eclosiona como luna nueva
partida en dos,
como santa y pagana,
sierva de quien la forja
abriendo su mente a otra visión.
No habla de templos
más se postra en profesa devoción
recogiendo a ras de un beso
el sabor de lo antes ignoto.