Talla.

 

A cada surco tallado

por altos relieves

cincela con temple,

dedicación y sapiencia

dando forma fiel

al reflejo del pensamiento.

Impregna de vida

toda su noble existencia,

ensalza su enjundia

sublimando los encantos

soberbios en las proporciones

creando la obra más cierta.

Conjura la exactitud

en el lenguaje de cada expresión,

piel de marfil inmortalizada

pulida con maestría

hasta conseguir el sublime

respiro en su nombre.

 

Delicia.

 

Todo evoca

las mismas palabras

cuando leo en sus relieves

las vivas formas del deseo

saboreando la envoltura

de su piel sudorosa

como delicia que se otorga

a quien ata, toma y posee

en un instante memorable.

Ebrias las miradas

brillantes como un renacer

se roban la eternidad

con coincidencia de sentimiento

con esa necesidad que invade,

que exalta y sacude

hasta el hondo respiro,

porque todo lleva

al mismo comienzo.

  

Ruiseñor.

 

Había un ruiseñor

posado sobre un monte

en medio de dos extremos.

En vertical ascendía,

iba y venía

rasante en su vuelo

regocijándose en su esmero.

Sumergiéndose en el nadir

bebía con sabiduría

y con su pico devoraba

la carne en su viveza.

Arduo era su canto

alentando la lluvia fecunda

porque no era en las alturas,

sino en las profundidades

donde encontraba

las aguas tibias del cielo.