llegó al Baile Alma Baires luciendo su elegante máscara
y uniéndose al festejo.
Muchas gracias Alma por estar una vez más en mi Baile.
Besos dulcemente grandes.
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Este año que apenas ha terminado ha sido como una montaña rusa... pero, como siempre hago, me quedo con lo positivo, con lo que me ha hecho sonreír y alegrar el alma...
Y entonces, antes de las doce campanadas, me he puesto mi máscara, tomé mi invitación, la realizada por el Caballero +Dulce Poet e ingresé al majestuoso salón... y allí estoy, festejando entre amigos y gente hermosa...
Gracias... gracias a todos y cada uno... a Usted Dulce Amigo, mi gratitud especial... vayamos juntos por un año más... 💋💋💋💋💋💋💋
La mañana se había despertado blanca y brumosa. ¡Lo único que me apetecía era estar en mi cama leyendo hasta la hora de comer y después más de lo mismo! Un gran plan para el día de Fin de Año, sin duda. Pero sabía que eso no iba a suceder.
El día anterior había recibido una interesante invitación para el famoso Baile de Máscaras de Dulce. Precisamente le había conocido a raíz del baile del año anterior, cuando mi querida amiga María relató su experiencia, en petit comité, mientras tomábamos café. Por supuesto, se trataba de una exclusiva celebración que sólo las más afortunadas tenían el honor de recibir, y tras un maravilloso año literario, tenía el honor de sujetar una tarjeta con mi nombre entre mis propias manos. ¡Aún no me lo podía creer!
La invitación venía acompañada de una preciosa máscara de puntilla y gemas rosadas, lo cual me recordó que debía hacerme con el vestido adecuado para mostrarla por la noche. De modo que, desperezándome como un gato, decidí levantarme, desayunar y comprar todo lo necesario.
La mañana pasó volando entre tiendas y el consejo de aquellas que ya habían acudido alguna vez al baile; María, Mag, Campirela, Ginebra... Al medio día comimos todas juntas y después regresamos a nuestros respectivos apartamentos para acicalarnos y vestirnos con nuestras mejores galas:
Al final me había decantado por un vestido corto al estilo charleston, con brillantes tonos dorados y rosas dependiendo de cómo me moviera, unas medias transparentes y unos altos tacones a juego; me había enfundado hasta el codo unos guantes, enjollándome los dedos con anillos y me había rizado mi media melena hasta la altura de la mandíbula. ¿El maquillaje? Mis párpados estaban sombreados de negro y dorado, mis labios y mis mejillas rosadas. La guinda del pastel: la máscara.
Me abrigué con una gabardina negra y a las siete en punto un enorme Cadillac me recogió en el portal.
El trayecto se me hizo una eternidad y, al mismo tiempo, un suspiro por la emoción y los nervios. Cuando llegamos a la gran mansión asistí con los ojos como platos cómo decenas de coches clásicos -Chevrolets, Dodge Chargers, Ford Mustangs- dejaban a sus invitados en la entrada. El cochero me abrió la puerta y, ayudada de su mano, bajé con el corazón latiendo desenfrenadamente en mi pecho.
Las grandes puertas mostraban leones rugiendo, lo cual me hizo sonreír. Más relajada, le enseñé mi invitación a uno de los porteros, que me dejó pasar con un asentimiento y me deseó una maravillosa velada. Un mayordomo guardó mi abrigo en un enorme ropero y, tras atravesar el espacioso vestíbulo, llegué al salón principal.
Lo primero que pensé fue que había viajado a los locos años veinte y que me encontraba en una de las fiestas de El Gran Gatsby; la música en directo de los DJ y cantantes, los malabaristas, las cabareteras, los camareros, los invitados bailando charleston, swing, tango...
Pronto encontré a mis queridas amigas, cuyos trajes las hacían ver las más hermosas, y pronto se dispusieron a presentarme a todos los que aún no conocía en persona: Precious, Auro, Alma, Beatriz, Carolina, Chusa, Eva, Felina, Ivel, Luna, Sakkarah, Luna Roja, Lunna... ¡Y muchos más! Pero... ¿dónde se encontraba el anfitrión?
Justo en ese momento apareció en lo alto de la altísima escalinata, acompañado de su preciosa acompañante y nada más y nada menos que un enorme león. Dulce. Con dulces palabras no dio la bienvenida a sus dominios y nos invitó a que pasásemos una de las mejores noches del año en la mejor compañía.
Lo prometido es deuda.
Bailamos, cantamos, reímos, comimos, bebimos...
En un momento dado pude agradecerle todas las palabras compartidas durante el año y su maravillosa compañía bloggera, además de su invitación. Dulce besó con una sonrisa mi anillo con forma de león y, tras permitirme que acariciara la gran cabeza del felino, me animó a que siguiera disfrutando de la noche.
En otro momento, uno de los invitados, un alto caballero de rubio cabello rapado, ojos verdes tras su máscara y elegante traje me pidió que bailase con él... y surgió una chispa.
Ya sabéis lo que dice la canción:
A little party never killed nobody So we're going to dance until we drop A little party never killed nobody Right here, right now is all we got
Así que bailamos, cantamos, reímos, comimos, bebimos y continuamos bailando hasta que quedamos rendidos al amanecer de un nuevo año.
Conforme avanza, su reflejo se va perdiendo entre máscaras de mujeres cabalísticas, se mueve imperceptible, sus pasos se ocultan en el bullicio de las horas.
Hay susurros en el aire, retumban en el corazón de todos los presentes, los cuerpos despegan, caminan, conversan, se hacen humo.
La música se mece en las orillas, las alas renacen en ese baile cálido de fin de año y entre el pensamiento y el corazón crepita la magia.
EL Caballero Nocturno sonríe y las sombras de la noche se plasman en sus mejillas. Su cuerpo está escrito de poemas, su dulzura se resguarda en el ángulo de su cuerpo, su espíritu, raíz del sentimiento más intenso.
Cuenta regresiva ...
Gracias por el obsequio de la máscara, Dulce y la invitación al baile de fin de año.