Han pasado días desde el naufragio, ya no recuerdo fechas ni horas, el sol es inclemente y la falta de comida va mermando mis fuerzas. El mar tempestuoso sacude el bote casi todo el tiempo, pero aún peores son las noches totalmente a la deriva en la oscuridad. Y esas risas, esas risas lejanas que al pasar los días se hacen más intensas.
Creo que ya no distingo entre los sueños y la realidad, pero no pierdo la esperanza de ser rescatado.
Por un instante miro tratando de buscar el horizonte entre la negra noche. Qué es eso tan brillante?, no puedo creerlo, no pueden ser dos faros!, y parecen acercarse más cada vez.
Parpadeo y refriego mis ojos tratando de aclarar mi vista y casi caigo cuando la veo aparecer repentinamente ante mí. Es hermosa, sus ojos son grandes tan llenos de viveza, su boca nada dice pero es la misma provocación, de pronto, ante mi asombro surge otra mujer a su lado, tan bella como la primera, de piel atezada y cabello negro azabache. Las miro extasiado, ambas impolutas en su lozana desnudez ,se acercan subyugándome por entero. De improviso, una tercera de larga cabellera rubia me abraza por la espalda.
Sin darme cuenta, me encuentro rodeado de ninfas de una belleza sin igual que se apropian de mi cuerpo, de mis ansias, que me consumen hasta el último de mis alientos. Sus manos parecen fieras que desgarran hasta las entrañas, sus bocas engullen con avidez, con tanta lujuria sobre mi carne.
Mi vista se clava en el cielo, veo las estrellas, y muchas gaviotas sobre mí, vuelvo a oír nuevamente esas risas, esas risas ahora tan cercanas. Y me dejo llevar hasta lo profundo entre sus brazos, respirando de sus besos, flotando entre sus caricias, sumergiéndome en ese Mar de amor para no volver.