Con lumbre de oro tierno
enciende fanales
por los cauces de las venas.
y con total insensatez
la maciza exaltación de la carne
se encarcela en la vorágine de sus caderas
ahondando,
en el laberinto por nadie osado
de su fuego impetuoso,
antes de darse cuenta
que soy quien gobierna en su caos
cuando me fundo
hasta vaciarme por entero
de afán y respiro.