Entre humedades
brotan fértiles las caricias,
errantes, afiladas,
embriagadas por el afán
ante el ansiado licor
que confiere la vitalidad.
Son ecos de fragancias
fraguando la fuerza que se inflama
serpentinas y balbuceantes
en el hervidero de las venas
con el fuego en las pupilas
y la gula mayor triunfante.
Porque líquido es el oro
que sacia la codicia
y de mujer es el brío que clama
en la senda del exceso,
hasta relamer la espuma
que sobrevive tras el sosiego.
brotan fértiles las caricias,
errantes, afiladas,
embriagadas por el afán
ante el ansiado licor
que confiere la vitalidad.
Son ecos de fragancias
fraguando la fuerza que se inflama
serpentinas y balbuceantes
en el hervidero de las venas
con el fuego en las pupilas
y la gula mayor triunfante.
Porque líquido es el oro
que sacia la codicia
y de mujer es el brío que clama
en la senda del exceso,
hasta relamer la espuma
que sobrevive tras el sosiego.