Un año más, con su entusiasmo de siempre y esas ganas de vivir mi Baile,
se hizo presente María con su máscara dorada brillando en el Salón.
Gracias Mi Hada Dorada por no faltar y contar tu previa al Baile.
Besos con dulzura.
se hizo presente María con su máscara dorada brillando en el Salón.
Gracias Mi Hada Dorada por no faltar y contar tu previa al Baile.
Besos con dulzura.
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"Baile en el Salón de Dulce"
Aquella noche no podía dormir, porque estaba ilusionada e impaciente, ya que Dulce me había invitado, un año más, a la Fiesta de Baile en el Salón de Su Mansión de fin de año. Pero no sabía qué vestido ponerme para que hiciera juego con la máscara dorada de brillos tan preciosa que me había regalado.
Mi cabeza estuvo pensando toda la noche, dando vueltas sobre la almohada, sin poder pegar ojo por lo ilusionada que estaba, deseando que llegara el momento para asistir al Baile. Así que intranquila no pude más, y salté de la cama. Me dirigí a la ducha. Los chorros de agua que caían sobre mi piel, me relajaron bastante. Después me coloqué el albornoz para secarme.
Como me gustaba despedir siempre cada año vestida de rojo, me puse la ropa interior de ese color. Uhmmm yo no se por qué se me vino al paladar las dulces fresas, que eran mi perdición, así que medio desnuda me fui al frigorífico, cogí unas cuantas y me las llevé a la habitación, mientras las iba degustando yo seguía pensando qué vestido ponerme para el Baile de Dulce.
Parece me dieron idea las fresas porque me acordé de un precioso vestido de encaje en color blanco que me probé, pero una vez puesto no me parecía adecuado para dicha ocasión, además, no me pegaba con la ropa de interior en color roja, no hacía juego, así que me lo quité.
Encontré en el cajón unas medias de rejilla negras que eran mis preferidas, por lo que me las puse, con unos zapatos negros de tacón de aguja.
Me miré al espejo y exclamé - !!!Wuauu pero que bien me quedan!!! - las llevaré con los zapatos negros de tacón de aguja, me parecen muy sensuales, así que ahora solo me queda seguir pensando en qué vestido ponerme, mientras me iba colocando las blancas perlas nacaradas que no debían faltar, reposadas sobre mi escote, a la fiesta de fin de año.
Como tampoco debía faltar el rojo en mis labios, que mientras me los iba pintando con la barra, yo seguía pensando en el vestido del Baile.
Y parece que la barra de labios me encendió la luz, porque me acordé de un vestido que solo había usado una vez, de color rojo y entallado, que realzaba mis curvas y mi busto, así que ese era el perfecto para la ocasión, y con el que ya por fin me dirigí ilusionada a la fiesta de Dulce.
Al llegar a la Mansión de Dulce, pude ver que en la entrada había colgadas en la pared varias placas talladas con letras doradas de unas cuantas damas, entre ellas estaba la mía. Así que impaciente y nerviosa, me dirijo al Salón, en busca del Anfitrión, Dulce Caballero.
Y me pongo mi preciosa máscara tan dorada como el mismo fuego que me arde las entrañas, que aunque oculte mi rostro, no puede tapar el brillo de mis ojos. Cuanto más me iba acercando al Salón más me hacía vibrar la música, a la vez que mi presentimiento me susurraba, que en aquel lugar que me parecía tan misterioso, aquella noche iba a ser mágica e inolvidable.