Invitar a una Bruja al baile de máscaras, tiene sus riesgos.
Pero la noche mágica del baile de Dulce, todo era armonía y color, música y
sentimiento. Decidí llevar al baile a la Bruja Buena, aunque díscola y
juguetona.
Entré volando en el salón por encima de todas las cabezas.
Las divinas máscaras me miraron sorprendidas y alborotadas. El anfitrión
sonreía divertido y comenzó el baile.
Los vuelos de faldas y melenas competían con el brillo de
las flores de tocados y guirnaldas. Me senté en lo alto de la enorme escalinata
de mármol y al guiño concertado, todo se iluminó.
Gracias Eva por querer participar y hacerlo de esta manera.
Besos dulces.
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El baile de Dulce
Imagina que estás pasando unas movidas tremendas en tu familia estas Navidades y que no tienes ganas de mucho...
Imagina que estás pendiente de ciertos asuntos que no te dejan dormir...
Imagina también que, sin esperarlo, recibes una invitación muy interesante a un baile de fin de año mítico...y decides ir...
... ... ... ... ... ... ... ...
Pues sí, así llegué.. Me había puesto mi vestido largo rojo, ese que tiene un escote de vértigo en la espalda que deja asomar la línea prohibida del deseo... y, como es mi costumbre en Fin de Año, no llevaba ropa interior. Desde hace mucho tiempo tengo la certeza de que hay que cambiar de año sin ella....
No conocía ni reconocía a nadie, las máscaras dejaban entrever las miradas, pero nada más. Todo el mundo sonreía... La luz era tenue y unas velas estratégicamente colocadas alimentaban la fantasía. Sonaba una música inquietante y envolvente...
Había cogido una copa de champán para irme entonando y alguien me tocó el hombro por la espalda.
- ¿ Bailas?- susurró en mi oído una voz pausada y grave.
No me dio tiempo a contestar. Aquel hombre me agarró firmemente por la cintura y dejé como pude mi copa en una mesa... Su manos eran suaves, pero fuertes; sus labios carnosos y exquisitamente provocadores. Se movía con la facilidad de un bailarín experimentado y me hacía moverme como si yo también lo fuera... Sus manos recorrían mi espalda hasta quedarse en el lugar exacto, en el límite de la ambrosía; su boca quedaba siempre a una distancia perfecta de mis labios entreabiertos. Nuestras almas conectaron en ese instante y también nuestras miradas a través de las máscaras... Olía a un perfume dulce y embriagador, que aún llevo impregnado en mi vestido... Por un instante, mis labios rozaron levemente los suyos. Fueron unos minutos fascinantes, con el misterio colándose por las rendijas del corazón palpitante y la humedad creciendo asilvestrada bajo la ropa...
Terminó la canción y él siguió bailando... con otras. Yo también lo hice. Ya no importaba nada. Nunca olvidaré ese baile...
Siempre alegre y entusiasta Beatriz llegó al Salón
ataviada de la época victoriana
y siempre acompañada de su brillo del mar.
Gracias Bea por estar en mi celebración.
Besos dulces hasta tu brillo del mar.
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BAILE DE FIN AÑO VICTORIANO
Amigos Dulce, amigo y poeta, en años anteriores hace un relato de Baile de fin de año de dulces letras, que siempre me invita y siempre acudo a su cita les dejo su invitación y abajo mi comentario.
Viajo a la época victoriana, sus
vestuarios y encajes vaporosos hace que el placer se nos insinúe con la vergüenza exquisita propia, de aquella década memorable. Dulce,
mi caballero, nuevamente me extiende su invitación de sello imperial, al Baile
de fin de año, despertando así mis sentidos y mis deseos para disfrutar juntos y
acoplados bajo la melodía seductora y magistral de la pieza La Triviata de Verdi.
Mientras los sueños se desatan y los
deseos se esparcen, lo demás lo dejamos bajo sumario, solo les puedo decir que
fue mágico.