Un remolino
en lo horizontal se gesta
y en lo vertical se desencadena,
eriza, contrae y dilata
dominando angulares latitudes.
Saliva y sudor
se mezclan en la misma intención
cuando la boca copula entre montes
recorriendo confines
y destinos abiertos.
De cada latido
brota un pulso constante
que marca el rumbo de los besos
creando la cartografía
de mapas con relieves perfectos.