Belicosa.

Corcovea sin bridas
sobre el encaje de las formas
entregando su alma sempiterna
en eufórica rebeldía.
Oscilación y vaivén
en su gobierno de amazona,
emancipando su cuerpo
en acto y pensamiento
por su causa fiel y verdadera.
Vencedora sobre la bravura
envaina la espada
con la templanza del saber,
belicosa en su conquista
se encumbra briosa
alcanzando y tocando la gloria.

Arpegios.

Exploro en la hondura
del capullo de su rosa,
hago arpegios
en los pliegues de sus carpelos
elevando su ruego.
Aquél que la música no iguala,
aquel que quema más que el fuego
y derrite todo hielo.
Sigo el camino raso
que me traza con gemidos,
por la plácida liviandad
que antecede al estremecimiento.
Tanto va el tacto al cántaro
que al final se rompe
en ardoroso aguacero.

Confesa.

Derrito su altiva forjadura,
la envuelvo silente
con la inquietud del deseo,
porque sé del secreto
que guardan sus labios
a través del tiempo.
He sido yo
quien le hizo probar
el indeleble sabor,
el más cierto y placentero,
he sido incubo voraz en su lecho,
he sido razón innegable
de su primigenio y tierno pecado
solo a mí oído confeso.